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cactus, en Dilao campo escultórico en Tepoztlán.

Descubre Dilao

El campo escultórico te llama a experimentar el espacio en primera persona: estás en completa libertad de recorrer el espacio como prefieras, tocar las piezas que están al alcance de la mano, tomar un descanso en las bancas y sillas de piedra y volver a comenzar.

Dilao está calibrado para inducir una experiencia sensorial expansiva, lúdica y juguetona, divertida y placentera; para provocar el deleite de la sorpresa y el asombro.

Hay más de ochenta piezas en exhibición aquí te presentamos algunas que no te puedes perder: 

Logo de Dilao campo escultórico, Tepoztlán
Espiral de cítricos en Dilao Tepoztlán

La espiral de cítricos

La palabra paraíso viene originalmente del persa y significa simplemente "jardín amurallado": un huerto que deja afuera las arenas del desierto y reparte  ingeniosamente el agua preciosa. En Dilao, la pieza Espiral de cítricos, con la "Fuente Persa" en el centro, evoca los prodigios de irrigación de esta cultura y los huertos donde los visitantes caminaban en paseos elevados a la altura de las copas para tomar la fruta y disfrutar el aroma de las flores.

El pabellón


En el extremo noreste de Dilao se alza el Pabellón, un espacio protegido del sol y la lluvia, diseñado por el escultor Eduardo Olbés y el arquitecto Jorge Mercado para enmarcar el campo y el paisaje.

El suelo está formado por un corte exquisito de ónice mexicano abierto en libro; ocho columnas de tronco de chicozapote sostienen el alto techo futurista, y dos columnas centrales de travertino oaxaqueño canalizan el agua de lluvia a nuestro sistema autóctono de captación de agua, el jagüey. 

Alrededor del pabellón pueden verse esculturas y fuentes en un jardín formal de plantas del desierto. Es un punto privilegiado para admirar el campo y la figura monumental del Cerro del Tesoro, observar las aves y el cambio de la luz al atardecer. 

 

Es un área de descanso y contemplación cuyas proporciones tienen un efecto directo sobre la percepción: pareciera como si los sentidos se ampliaran para recibir la vista. 

 

Al lado del pabellón, el café y bar Las Nubes ofrece una selección original de bebidas, bocadillos y botanas para disfrutar en el pabellón o los jardines aledaños. El pabellón se convierte en escenario, aula o salón de conferencias de acuerdo a la actividad programada, con un aforo para 150 personas.

El Pabellón en Dilao es un espacio protegido del sol y la lluvia, diseñado por el escultor Eduardo Olbés para enmarcar el campo y el paisaje.
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La placita del ferocactus

A medio camino en la parte superior de Dilao, un ejemplar magnífico de Ferocactus pilosus, la biznaga roja o barril de fuego, se yergue en el centro de una plaza de mármol blanco, con su banca y su biombo. El habitante de esta plaza arribó con los debidos permisos y es un ejemplar centenario. Está asentado sobre una cama profunda de tezontle y el piso de mármol ayuda a mantenerlo en el nivel adecuado de humedad. La plaza es un paisaje onírico que alude a los paisajes del pintor surrealista Giorgio de Chirico.

El jardín secreto

Puede ser que no lo descubras la primera vez ¡por eso es secreto!

Esta pequeña plaza se encuentra a un lado del acceso en la parte baja de Dilao, encerrado dentro de un seto tupido de cissus y jazmín. El interior guarda la sorpresa de un espacio íntimo y luminoso con una fuente de jade negro y una banca nube de mármol blanco. 

Jardín secreto en Dilao Campo escultórico de teopztlán
Fuente Babur en travertino rojo de Oaxaca, obra del escultor Eduardo Olbés

Fuentes Babur

Estas fuentes toman su nombre del fundador de la dinastía Mogol en la India, cuyos descendientes construyeron famosos palacios en los que mostraron preferencia por las piedras rojas y blancas o la combinación de ellas. Babur vivió solo 47 años, pero llevó un diario desde los 9 años. que se conserva hasta hoy, el Babur Nama. Además de ser un tremendo guerrero, Babur era fanático de los jardines y las fuentes. Las dos fuentes Babur en Dilao aluden a la influencia de esta tradición exquisita.

El Chalchitépetl

La silueta emblemática del Cerro del Tesoro se distingue al aproximarse a Tepoztlán desde los miradores de la autopista que llega de la Ciudad de México, y guarda la entrada al pueblo con la figura que asemeja un castillo o un fuerte.  Conocido como Cerro del tesoro en Tepoztlán, el nombre náhuatl de Chalchitépetl se traduce como “cerro de la piedra preciosa /la piedra verde o de jade” o, metafóricamente, “cerro donde se adora a los dioses”, pues es sabido que las esculturas de las deidades prehispánicas solían tener incrustaciones de jadeita y otras piedras verdes. La afinidad con Dilao respecto a la exaltación de la piedra como material precioso es una sincronicidad que celebramos. 

 

Los cerros de Tepoztlán, que pertenecen a la sierra del Chichinautzin, están formados por andesitas y basaltos, rocas ígneas o de origen volcánico que empezaron a depositarse hace 20 mil años. Después, fueron transformadas por movimientos tectónicos que rompieron y separaron las rocas y, sobre esto, nuevamente cayó lava de otros volcanes. El viento y el agua también han erosionado las piedras y cambiado su forma. 

El Cerro del Tesoro al atardecer desde Dilao
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